¿Pinocho?

¿Pinocho?
De ningún modo, es el canshapito posando con una su mascarita de parachiquito

martes, 12 de octubre de 2010

El Canshape (XXI)


Mal nacimiento

Como lo previmos en comentarios pasados, la entrega del premio exprés que pretendió homenajear la memoria del gran poeta y humanista Enoch Cancino Casahonda lejos quedó de su cometido. Los comentarios negativos sobre su designación surgieron irremediablemente porque no se le dio la seriedad y legitimidad que merece. Es cierto que la muerte del poeta aceleró mucho la puesta en marcha del galardón, que se tenía pensado hacía tiempo, y resultaba bonito que su entrega se diera en el marco de su natalicio. Aun en el momento del anuncio el tiempo se venía encima, pero de eso a emitir la convocatoria una semana antes de su entrega hay mucha diferencia.
En una semana no se pueden revisar a detalle los trabajos recepcionados, en una semana no se puede determinar quiénes constituirán el jurado, sobre todo considerando el prestigio que se pretendía, y si aun esto fuera posible, no se le puede hacer saber al galardonado un día antes que fue ungido, como ocurrió, y que se presente fresquecito en menos de 24 horas a recibir su premio, ¿y si el ganador es foráneo en qué momento viajará? ¿Y a qué hora escribirá el discurso de agradecimiento? ¿Y a qué hora muchas cosas? El problema de este premio fue la pésima organización. Habría que ver quién fue el encargado o encargada, y descubriremos que, seguramente, sus intereses están puestos en alguna otra rama del arte, siendo generosos, porque es evidente que en la poesía no están. Preocupa, también, que esta incompetencia se vea manifiesta en otros premios como el Jaime Sabines, por ejemplo, que en su emisión pasada fue muy criticado por reconocer una obra ya publicada, y este año posterga el dictamen un mes, como recientemente se dio a conocer en la página del Coneculta, lo que hace pensar que algo anda mal también.
El discurso de premiación del presidente del jurado terminó por levantar las sospechas, pues en lugar de leer la carta de dictamen, en la que se establecen los criterios técnicos y estéticos del porqué ganó tal o cual obra, pidió perdón a los poetas no ganadores. Por qué habría de hacer algo así si no fuera por el peso enorme de los remordimientos. Dijo, además, que había 10 finalistas con trabajos que habían salido de plumas finas y que todos merecían ganar. Entonces por qué no se declaró empate, que hubiera sido la salida digna dadas las condiciones de la premura del tiempo. De ser cierto que 10 autores merecían ganar debió hacerse una lectura pública para que fuera el respetable el de la última palabra. Ya de entrada tener a 10 buenos escritores es ganancia y una lectura pública lo sería más todavía porque, finalmente, quien legitima a una persona como poeta o no es el pueblo, la comunidad poética.
El jurado recomendó, además de la obra ganadora, la publicación del tercer lugar y la mención honorífica, correspondientes a Yolanda Gómez y Alejandro Molinari, respectivamente, esto es bueno porque así conoceremos la calidad de las obras, de las que hasta el momento no sabemos nada. Por qué, entonces, no recomendó la publicación del segundo lugar, de Balam Rodrigo, que se supone es mejor atendiendo a la lógica. Bueno, quizá, el joven escritor estuvo en desacuerdo con la organización y premiación y renunció a su lugar dado lo cuestionable del concurso, si esto es cierto ojalá podamos conocer su versión y comentarla. De momento, este premio tuvo un mal nacimiento, a pesar de que Noquis era un gran médico.

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