¿Pinocho?

¿Pinocho?
De ningún modo, es el canshapito posando con una su mascarita de parachiquito

viernes, 22 de enero de 2010

Entre toros y españoles
(Parachicos de Suchiapa)
Lucía Sarauz Gutiérrez


En las principales calles de Suchiapa se escucha la música del tambor y el carrizo, acompañada del peculiar sonido de los chinchines o sonajas de los parachicos, quienes caminan entre bailes y brincos; van de visita a los distintos hogares donde aguarda la imagen de San Sebastián, le ofrecen culto con euforia y la demostración de singulares pasos y gritos.

Por las mañanas, los parachicos son la alegría del recinto principal; y por las tardes, los viejos y viejas de San Sebastián. Ésta es la primera feria del año en Suchiapa, una población que vive arraigada a sus tradiciones, que recuerda a sus antepasados, que representa sus orígenes a través de antiquísimas danzas y que sobrevive a pesar de los embates de la modernidad y cada año lo demuestra.

Los dulces de cajeta, coco, camote, chilacayote, el olor del jocote y nanchi curtidos, el calor de las velas, el olor del sahumerio y de las flores que adornan el altar, el frijol con chipilín, el tradicional posol, los enrames son algunos de los elementos que complementan la fiesta católica, que reúne en fe y devoción a muchos creyentes.

Suchiapa conmemora a San Sebastián —soldado del ejército romano y del emperador Diocleciano, quien desconociendo que era cristiano llegó a nombrarlo jefe de la primera corte de la guardia pretoriana imperial— de una manera única, con el júbilo del parachico y el torito, y la picardía de los viejos. Del 18 a 24 de enero el pueblo “surimbo” está de fiesta.





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