¿Pinocho?

¿Pinocho?
De ningún modo, es el canshapito posando con una su mascarita de parachiquito

viernes, 9 de abril de 2010

Un periodista-militante

-Corresponsal de la revista Proceso, promotor de las nuevas tecnologías de la información, este año Isaín Mandujano forma parte del jurado del Premio Nacional de Periodismo

Preferentemente, las entrevistas que buscan ser, en la medida de lo posible, el retrato escrito de una persona deben realizarse en el domicilio del entrevistado, contexto donde se manifiesta más íntegramente su personalidad, pero aunque uno así se lo proponga a veces los cafés, restaurantes u oficinas se imponen de modo inevitable. Este fue el caso con Isaín Mandujano. Habíamos quedado de vernos en su domicilio a las nueve de la mañana, y mientras me dirigía allá una llamada entró al celular:
—¿Bueno?
—Oílo, vos, sabes qué, mejor nos veamos ahí en los Bisquets Obregón de la Avenida Central, es que me desvelé y me acabo de levantar y todavía me voy a bañar. Cómo ves.
—Mmm, vos. Pero está bien, de todos modos andaba perdido. Ai te apurás.
Él tiene esa particular forma de hablar a lo tuxtleco que invariablemente termina por contagiársela a uno. No sólo eso, habla como si un jabalí pegara tropel pal monte, rápido, como si varias palabras quisieran salir al mismo tiempo de su boca; no obstante, se expresa bien, da la impresión que no le faltan vocablos para referirse a las cosas, que pude sostener una charla de cualquier tipo.
Que porqué esta entrevista. Bueno, me llama la atención el entusiasmo con que realiza su trabajo, si es bueno o no eso lo decide el lector, creo que es complicado emitir un juicio sobre lo que hacen los compañeros, es un oficio de celos, envidias y egoísmos en el que cualquiera puede caer en la tentación de desacreditar o elogiar con cierta facilidad. Él es de los pocos casos, me parece, de personas que están dispuestas a compartir lo que saben, de los pocos que en verdad quieren que el gremio se profesionalice a pesar de la mala mirada de la mayoría. En eso somos convergentes.
Se me ocurrió esta entrevista como un justo reconocimiento a 15 años de trabajo (la mayoría tira la toalla a los tres o cuatro años), por su cumple años número 36 (10 de abril) y porque este año forma parte del jurado del Premio Nacional de Periodismo, del bueno, del que da el consejo ciudadano. Esto último es motivo suficiente para charlar con él. Además, es uno de los primeros periodistas chiapanecos en apostarle a las nuevas tecnologías de la información, es común escucharlo hablar de blogs, de radio por internet, de redes sociales. Es difícil imaginarse, por lo menos en Chiapas, un Facebook sin el Chaíno. Desde luego hay quien puede decir que es un tecnópata (palabra inventada para referirse al adicto a la tecnología), que no puede siquiera ir al baño sin dejar la computadora. Eso sólo él lo sabe.
Por fin se aparece, 15 minutos después de pedir el primer café. Viste como de costumbre: playera, jeans y zapatos cómodos, reloj a la muñeca y, como si fuera un accesorio más de vestimenta, su lap-top bajo el brazo. Se ve que ha subido de peso, el estómago abultado lo denuncia bajo la playera ajustada. Está listo para la jornada del día, supongo.
—Oílo, vos, disculpá. Pero es que la casa estaba hecha un desastre.
—Ta’bueno. Qué te parece si primero hablamos de tu vida en particular y luego de periodismo.
—Sale. Pero en serio, diculpá, yo soy muy puntual sólo que…
Rebelde de origen
Isaín Mandujano nació el 10 de abril de 1974 en la comunidad rural Emiliano Zapata de Cintalapa de Figueroa, Chiapas. Se muestra contento al recordar el lugar donde la fortuna quiso que llegara al mundo, la tierra que su abuelo revolucionario les heredó.
“Me siento muy orgullo de haber nacido ahí, porque esa comunidad fue fundada en 1920 por el último reducto zapatista en Chiapas, zapatista de verdad, que encabezó el general Rafael Cal y Mayor (hijo de hacendados chiapanecos, viajó a la ciudad de México a estudiar, y allá abandonó la escuela para unirse al movimiento de Emiliano Zapata). Como se sabe, en Chiapas no hubo una revolución como tal, ganaron los hacendados y terratenientes, pero, bueno, a mi abuelo le tocaron tierras ahí, y ahí nació mi madre y ahí nacimos mis cuatro hermanos y yo, somos cinco, yo soy el cuarto. Así que soy zapatista de origen, de nacimiento, no neo-zapatista.”
Estudió el nivel básico en aquel municipio. Formó parte de las primeras generaciones de la telesecundaria de la cabecera municipal. “No tenía aulas, de modo que los maestros rentaban casas para darnos clases y cada que nos cambiábamos teníamos que cargar con nuestras sillas, las mesas y el pizarrón, así como hormiguitas. Fue una experiencia muy bonita, porque finalmente hoy esa escuela es una escuela modelo, con tecnología de vanguardia, cancha techada y todo eso”.
Al egresar de esa escuela nómada, entró a trabajar al Consejo Nacional para el Fomento Educativo (Conafe) como instructor en la comunidad La Cieneguilla, enclavada en los límites con Oaxaca. Tras un año de servicio, y ya becado, llegó a Tuxtla Gutiérrez a estudiar la preparatoria y se matriculó en el Centro de Bachillerato Tecnológico Industrial y de Servicios (CBTIS) 144. Al concluir, se enrola de nuevo en el Conafe, esta vez como capacitador, un año de servicio y otros tres becado.
“Antes de entrar a la carrera ya tenía ese interés de informarme, de leer, pero no lo veía como una carrera o una forma de vida. Además, por su formación, mis padres querían que estudiara medicina, porque mi mamá era enfermera; o contabilidad, porque mi papá era comerciante. Pero a mí no me gustaba eso, e investigué dónde podría estudiar periodismo, y en ese momento me enteré que sólo en la Universidad Veracruzana, poco después me dijeron que aquí había una carrera de comunicación, y órale, me metí a la Unach.”

Este Sur
Como suele suceder con aquellas personas que ponen todo su empeño en lo que emprenden, algunas cosas les llegan solas. Cursando el primer semestre, en septiembre de 1994, un maestro, que a la postre sería su colega y amigo, Sarelly Martínez Mendoza, lanzó al grupo la invitación de integrarse a un nuevo proyecto periodístico: la revista política y cultural Este Sur.
“La mayoría dijo sí, yo voy, pero en realidad pocos nos acercamos, entre ellos, recuerdo, Berenice Moreno, Manuel de la Cruz, Araceli López Trejo, principalmente. Son el grupo con el que jalé y nos acercamos a conocer en qué consistía el proyecto.”
Isaín reconoce que para él, como para otros compañeros, el Este Sur representó la escuela práctica que le permitió enfrentarse a una realidad menos idealizada de lo que es la labor de informar. “Reconozco a tres maestros claramente: Por un lado, identifico a Sarelly Martínez, como el maestro de la técnica periodística. A Héctor Cortés Mandujano, como el maestro de la redacción. Y a José López Arévalo, como el que me hizo comprender el compromiso social y político del periodismo.
(Esto me recuerda la vez en que el escritor Héctor Cortés, mientras nos daba un taller de redacción, comentó sobre Isaín: “Ese Chaíno era un dolor de cabeza, llegaba a las oficinas del Este Sur con su nota, me la daba a leer y, burro, no se le entendía nada. Entonces lo sentaba a un lado de la computadora y le decía que me contara lo que había visto o escuchado, de modo que nos poníamos a hacer de nuevo el texto. Le decía ‘mira, sólo una vez te voy a corregir este error’ y sí, poco a poco se fue haciendo más comprensible”.)
Para 1995 empieza a reportear en forma, a comprometerme con la labor informativa. Desde entonces es característico en su trabajo darle voz a los sectores vulnerables, a los relegados, a los parias, de los que en ciertas ocasiones llega ser hasta militante, activista. “Yo tenía ciertos contactos, conocidos, amigos, de organizaciones sociales, estudiantiles, campesinas, y entonces empecé a hacer un estilo que de algún modo defendía sus causas”.
Permaneció en la revista durante el tiempo que estudió la carrera. Recuerda que algunos de sus compañeros le decían “te están explorando”, “no, que ese Pepe no te paga”, “no, que no se qué”. Pero él seguía entusiasmado porque al proyecto estesuriano no lo vio como una forma de hacer dinero. “Para mí el Este Sur fue una escuela y una ventana al mundo del periodismo y la comunicación… y sí me permitía solventar algunos gastos, porque aunque al principio no nos pagaban, con el tiempo sí recibimos algún apoyo”.
Proceso
En 1998 se busca en Chiapas a un nuevo corresponsal para la Agencia Proceso. Quien lo era hasta ese momento, Julio López Arévalo, hermano del director estesuriano, pregunta por algunos prospectos. En la cantera de la revista dos nombres destacan: Berenice Moreno e Isaín Mandujano. “Berenice escribe chingón, la verdad hay que reconocerlo, pero a veces no basta con saber escribir, a veces tienes que ser muy malicioso, muy puntilloso, tienes que tener cierto feeling para reportear. Digo, es importante la redacción, pero a la par de saber escribir necesitas esa malicia, ese veneno, esa jiribilla, esa agudeza para saber identificar qué es nota y qué no, qué investigar y qué es basura. Yo dije ‘seguramente va a quedar Berenice, pues es mujer y está guapa’, pero no. Luego me dijeron ‘oye, porqué no haces tú la prueba’ y empecé a reportear y, bueno, me quedé”.
Cualquiera que estudie la carrera de comunicación o periodismo anhelaría una oportunidad como ésa, que lo busquen y le digan “oye, aquí tenemos un trabajo para ti, y en el medio que tú quieres”. Isaín tuvo la fortuna de estar en lugar y momento adecuados, de rodearse de la gente correcta, pero tuvo más que eso, desarrolló pasión por el oficio, y eso es lo que lo ha mantenido.
—A qué periodista admiras.
—Hay varios. Sería mala onda desairar. Pero sí te puedo decir que don Julio Scherer es una institución en el periodismo mexicano. Entonces, conocer su ejemplo, su vida, su trayectoria, su obra es muy benéfico. Es un tipo que pese a todo se mantiene como una persona intachable, honesta, crítica. Mantiene un prestigio con el que seguramente se va a morir, cuando muchos se corrompen.
—¿Te has corrompido?
—No, y no sé si en algún momento lo vaya a hacer, espero que no, no es mi vocación hasta ahorita. Yo quiero que finalmente se diga que fui de los pocos periodistas honestos, incorruptibles, aunque te digo, no sé, no quiero decir que nunca voy a ser corrompido, porque la vida da muchas vueltas. Lo que sí te puedo decir es que hasta ahorita he hecho un trabajo de periodista responsable, honesto, transparente, comprometido, con otra perspectiva, porque muchos se meten a esto para hacer dinero, para entablar relaciones con políticos, funcionarios, empresarios; lo ven como un trampolín.
—Y cómo lo ves tú.
—Yo lo veo como la forma de cumplir con cierta labor social, darle voz aquellos grupos que no la tienen. A veces rayando en la militancia paso de mi trabajo a ser miembro de, militante, activista, a ayudarles, porque te desespera que están pasando las cosas, y no puedes mantener esa imparcialidad, es difícil. La verdad es que la objetividad no existe. Puedes lograr cierto equilibrio, aspiras, intentas, pero siempre te inclinas por algún lado de la balanza.
—Se ha dicho mucho sobre lo mal pagado que están los periodistas, que éste es uno de los principales factores que los vuelve susceptibles de corrupción, ¿podemos entender, entonces, que tu medio te paga lo suficiente para mantenerte incorruptible?
—Efectivamente. Tengo un sueldo con Proceso, que no es el que yo quisiera, pero me medio ayuda para poder subsistir de forma independiente. Para muchos en Chiapas no se puede hacer periodismo sin depender del chayo, yo creo que sí es posible, siempre y cuando tengas la oportunidad de tener un medio que te apoye, y siempre y cuando tú tengas los principios y las convicciones de quererlo hacer. Pero muchos no creen ‘cómo Isaín puede vivir sin eso, seguramente está recibiendo’, porque por lo general los medios mal pagan a sus trabajadores. Afortunadamente estoy en un medio que no mal paga a sus trabajadores, paga sí, no bien, pero paga. En mi caso yo tengo un sueldo mensual, pero adicional a ello tengo prestaciones laborales superiores a las previstas por la ley como seguro de vida, seguro de gastos médicos mayores, despensa, viáticos, gastos de celular, fondo de ahorro, IMSS, Infonavit, todas estas prestaciones que por ley me corresponden me las pagan. Creo que es una empresa preocupada y ocupada de que sus trabajadores estén bien, porque en esa medida la actividad la realizan con mucha independencia, con mucha autonomía y no van a tener que recurrir al chayo. Nos han dicho, incluso —claro, puede parecer exagerado—, que nosotros paguemos nuestros desayunos, transportes, etcétera, que no aceptemos nada.
—Es muy linda esa postura, pero sabes que difícilmente en Chiapas se darían estas condiciones.
—Sí, lo sé. Vivimos una situación laboral crítica. La mayoría de los medios ni siquiera paga el salario mínimo profesional. Somos muy dados a denunciar la explotación, los abusos en contra de otros, pero quién denuncia los abusos y explotación en contra de nosotros. Ahora sí que somos candil de la calle y oscuridad de la casa.
Periodista incómodo
El periodismo debe ser el contrapoder del poder, ser el medio por el cual la sociedad, el pueblo, demande soluciones y respuestas al gobierno. En este rol, el periodista se convierte en una especie de changuito en la espalda del poder político y económico, que continuamente está espulgado para encontrar verdades ocultas. Hace poco, Enrique García Cuéllar, autor de la columna Títeres y Cabezas, calificó a Isaín Mandujando como uno de esos “periodistas incómodos” para el gobierno, pues continuamente busca los desatinos para denunciarlos.
—¿Te gusta ese calificativo?
—Yo creo que todo periodista que quiera hacer realmente periodismo va a terminar siendo incómodo, porque su labor es poner el dedo en la llaga, criticar, cuestionar, exhibir, denunciar. El periodista es una persona incómoda. En mi caso yo no aspiro a ser enemigo del gobierno porque tan detestable es hacer periodismo pro-gubernamental como hacer periodismo anti-gubernamental. Tiene que haber sí una buena relación, pero no una perversa relación. Recuerdo una frase de Vicente Leñero de cuando recibió el Premio Nacional de Periodismo Manuel Buen Día: “El periodista no está llamado a resolver la crisis, sino a denunciarla”.
Chaíno ha colaborado activamente con diversos organismos no gubernamentales como la Fundación Manuel Buendía AC, Libertad de Información-México AC, el Centro de Periodismo y Ética Pública, Comunicación e Información sobre la Mujer AC, con el Consejo Ciudadano del Premio Nacional de Periodismo (CCPNP), The National Security Archive y otros.
Ha participado en cursos, talleres, diplomados y demás eventos realizados por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH), la Relatoría de Libertad de Expresión de la CIDH de la OEA, el Comité Internacional de la Cruz Roja, con el International Center for Journalist (ICFJ), la Universidad Iberoamericana, El Tec de Monterrey, la Universidad Veracruzana, la Universidad Autónoma de Chiapas y la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas.
—Y tu apasionamiento por las nuevas tecnologías a qué se debe, sobre todo por este llamado periodismo digital.
—Yo soy de la firme idea de que el periodista debe capacitarse, actualizarse, profesionalizarse, tiene que estar a la vanguardia. Quien no se actualiza se estanca y se queda rezagado. Estoy consciente de que atrás de mí vienen otros colegas y vienen corriendo, y si yo no me pongo las pilas me van a rebasar por la izquierda y la derecha y por todos lados. Nuestra misión no es sólo informar e informarnos, sino, también, formarnos permanentemente, si no lo hacemos vamos a terminar convirtiéndonos en momias del periodismo. Hay compañeros que creen que ya lo saben todo, que ya llegaron al éxito, que ya lograron lo que querían y ya no hacen ningún tipo de esfuerzo, y ahí se quedan. En el periodismo nunca terminas de aprender. Nunca.
—Sobre esto impartes cursos, talleres, conferencias, ¿no es así? ¿Obtienes algún tipo de beneficio de ello?
—Hasta ahorita no he obtenido. Hay amigos que me dicen “hey, wey, cobra, cobra”. He dado charlas en el Tec de Monterrey, en la UVM, en la Fray Bartolomé de las Casas, en la Unach, y no he obtenido beneficio económico alguno. Si yo hubiese cobrado por lo que he dado tendría mucho dinero, ¿no?, y lo voy a seguir haciendo. No hay un año en el que no haya hecho dos o tres cursos. A mí me preocupa y ocupa la formación, no sólo personal, sino también de mis compañeros y colegas.
—Cómo llegas a ser jurado del Premio Nacional de Periodismo.
—Bueno, lo que pasa es que a la par de los talleres y cursos me he vinculado con organismos no gubernamentales nacionales e internacionales que trabajan en pro del periodismo. Eso me ha permitido conocer a muchos colegas de otros estados del país y el extranjero, porque he caído en la cuenta que ejercer periodismo crítico es riesgoso y no debo caminar solo. De esa manera fue como me acerqué al Consejo Ciudadano del Premio Nacional de Periodismo, integrado en su mayoría por universidades del país. Creo que soy el primer chiapaneco en ser jurado, aunque en lo que deberíamos enfocarnos es en ver quién va a ser el primero que gane el premio desde aquí, ya Fátima Monterrosa, chiapaneca, lo ganó, pero finalmente fue por un trabajo que realizó en el centro del país.
—Cuál es tu futuro profesional.
—Bueno, yo no me veo trabajando toda la vida como reportero. Yo me veo a futuro como docente, me gustaría que todo esto que he aprendido, y estoy aprendiendo, algún día poder enseñarlo. Y dos, me gusta la investigación en materia de medios de comunicación, me considero un documentalista, de modo que me gustaría crear un centro de investigaciones.
Dentro del ámbito de la comunicación, sus líneas de trabajo, interés o investigación son ética periodística, géneros periodísticos, derecho a la información, libertad de expresión, historia del periodismo en Chiapas, periodismo digital… Se especializa en coberturas periodísticas de grupos armados, movimientos sociales y políticos, migración, derechos humanos, violencia contra las mujeres, indigenismo, medio ambiente, desastres y otros…

La charla ha concluido. Pedimos la cuenta. Saco mi billetera para pagar lo que me corresponde. Isaín se apresura a decir:
—No te preocupés. Yo pago.
—Ah, no. En mi medio también me piden, aunque pueda parecer exagerado, que nosotros paguemos nuestro café con pan…