¿Pinocho?

¿Pinocho?
De ningún modo, es el canshapito posando con una su mascarita de parachiquito

miércoles, 6 de marzo de 2013

El heredero y el miedo no es una venganza personal



El escritor Alfredo Palacios Espinosa saca a la luz su más reciente novela en la que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia, aunque en Chiapas la realidad supere cualquier fantasía


La mañana del 11 de enero de 2012 una noticia política corrió como reguero de pólvora en Chiapas. El exgobernador Pablo Salazar Mendiguchía rompía el silencio luego de casi cuatro años y medio para denunciar a nivel nacional, en el programa de radio de la reconocida periodista Carmen Aristegui, un presunto allanamiento a sus oficinas ubicadas en Tuxtla Gutiérrez y la extracción de 50 mil ejemplares de una publicación denominada “La verdad sobre la reconstrucción de los daños del huracán Stan en Chiapas”. Acusó directamente a Juan Sabines Guerrero, entonces gobernador en funciones, y a sus principales colaboradores. Tiempo después, Salazar Mendiguchía fue encarcelado por diversos delitos, ninguno relacionado con las secuelas del fenómeno meteorológico de 2005. Antes o posteriormente, varios de los que fueron funcionarios de primer nivel durante su gestión (2000-2006) corrieron la misma suerte.

“Víctima colateral”
Alfredo Palacios Espinosa se desempeñó como secretario de Educación en el gobierno de Pablo Abner Salazar Mendiguchía. Para muchos fue el brazo derecho del gobernador nacido en Soyaló. El ideólogo, el escritor y director de escena metido a funcionario público por una relación cercana de amistad. Al cambio de administración, fue designado director general del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Chiapas, cargo que dejó en 2008 tras un diferendo con el titular del Ejecutivo que había girado instrucciones de investigar y auditar “al grado del hostigamiento” el paso de Palacios por Educación y por el organismo cultural.
Luego de tres años fuera de la vida pública del estado y tras cinco meses de andar a “salto de mata” dada la “persecución” en contra de todo lo que oliera a Pablo, Alfredo Palacios se vio obligado a salir de su “escondrijo” debido a un padecimiento serio en la columna vertebral que decidió tratar, por fin, en la ciudad de México. También aprovechó el viaje para registrar ante el Indautor su más reciente novela: El Heredero y el Miedo, retrato del peor sexenio de Chiapas. Al día siguiente, 18 de enero de 2012, sin mayores preparativos para la cirugía, a las afueras del metro en el Centro Histórico, y mientras observaba de manera casual las tiendas y sus enormes aparadores, el exfuncionario fue apresado. “Víctima colateral”, se dijo así mismo.

El heredero…
"El heredero y el miedo constituye la más minuciosa disección de un sexenio en Chiapas. Una memorable narración sobre los excesos, vicios, motivaciones, caprichos, afecciones de un gobernante. En la mejor tradición de la narrativa latinoamericana con el tema del tirano, el escritor Alfredo Palacios Espinosa aporta una novela difícil de superar por su sagacidad, agudeza e información", se lee en la cuarta de forros del grueso ejemplar de 580 páginas con un tiraje de 10 mil ejemplares.
Bajo el sello editorial de Sinapsis Ediciones, propiedad de David Tovilla, quien fuera el encargado de la comunicación social en la administración pablista, el lector puede suponer con justa razón que la salida a la luz de este texto, escrito de manera llana, sin mayor ornamentación literaria, y con algunos “descuidos” en cuanto a lo escritural, obedece sin duda a un interés de grupo. Superada esta obviedad, la mayor virtud de esta narración es lo que se cuenta, los pelos y señales, la sangre y las vísceras, no el cómo.
Novela dividida en tres partes, cada una comprende dos años de gobierno, pero no de manera cronológica. El autor procuró prescindir de fechas de inicio y conclusión de acontecimientos a fin de que el lector los identifique, los relacione, y en más de una ocasión se vea obligado al zapping entre las partes.
Más allá de los personajes protagonistas y sus particulares historias, El heredero y el miedo aborda dos características presentes, hoy más que nunca, en la vida política del estado. La primera condición es la búsqueda del poder como herencia familiar. El autor desliza la teoría de la dinastía en la que se vive un proceso de “cachorrismo”, de “lucha de pedigrí”, donde los que fueron gobernantes buscan extenderse más allá de su tiempo a través de su linaje. La segunda condición es el uso del miedo como ejercicio de poder. Con miedo nadie critica, nadie se mueve, nadie deja de sonreir; esa es la lógica.

¿Venganza?
Tras conocer la publicación de esta novela (un ejemplar llegó a la dirección editorial de este rotativo) y tener a la mano el número telefónico del autor, concertamos un desayuno para hablar de la obra y sus motivaciones. Frente al reconocido escritor y otrora importante funcionario público, no se puede dejar de notar que, al menos en apariencia, las vicisitudes contadas por él mismo, no parecen haber hecho mella en su semblante. Se ve igual que cuando dirigía la política cultural del estado, que a la distancia se puede asegurar fue el mejor ejercicio durante el sexenio pasado.
−Vamos al grano, profe. ¿Esta novela es producto de un ánimo de resentimiento y venganza, como ya afirman algunos “opinadores”?
−No lo veo como una venganza. Esa puede ser una interpretación del lector de manera superficial. Esta novela está construida con verdades para crear la ficción literaria. Por otro lado, yo fui perseguido, encarcelado, pero esa es una historia personal que pienso contar en otro texto diferente, que no necesariamente tiene que ser ficción.
“A los lectores corresponde ver, hacer comparaciones, parecidos, semejanzas y definir la situación. Para algunos podrá ser venganza, como tú dices, pero para otros podrá ser sólo una pincelada del cuadro gris que nos tocó vivir, porque las historias reales de Chiapas superan cualquier ficción.”
−Bueno, tampoco se puede perder de vista que no es la primera vez que Alfredo Palacios recurre a hechos reales, a la historia, en este caso contemporánea y de primera mano, para el andamiaje de sus narraciones.
−Efectivamente, dices algo muy cierto, que apenas hace poco hice consciente. Mis textos, empezando con mi primera novela, Los malos presagios, refiere los acontecimientos de la inundación de la presa La Angostura, del pueblo donde yo nací. O sea, esa novela está construida a partir de un hecho real. En el caso de Los agravios de su ilustrísima, que fue llevada incluso al cine, abordo la sublevación tseltal de 1712. Y en el caso de la biografía La verdad como destino, narro de manera exhaustiva la vida de Belisario Domínguez.
“Las obras de teatro, como El Tribuno y El Usurpador, que es un premio nacional de teatro histórico 1989 y que sigue inédita, se refiere al episodio de Belisario Domínguez y Victoriano Huerta. Límites perdidos es otra obra de teatro que cuenta la persecución de los kaibiles en contra de la población guatemalteca en 1982.
−Bueno, yo no había nacido, pero son hechos recientes estos últimos en Centroamérica.
−Así es, me toca vivirlos, no en espacio, pero sí en tiempo.
−Y en el caso de los hechos narrados en El Heredero… son aún más recientes y desde luego más cercanos. Se podría afirmar que son recuerdos y experiencias.
−Bueno, ahí tú como lector y como crítico podrás sacar tus conclusiones.
Cabe recordar que muy poca de la producción de Alfredo Palacios puede considerarse estrictamente ficción. Incluso, el libro de cuentos Minihistorias del poder y el pueblo es un trabajo de recopilación de anécdotas. Así como Xixiltón, premio nacional de crónica 1992, donde narra su primer año de experiencia docente en un paraje de Chenaló y la situación educativa precaria en los pueblos indígenas. Esta es la novela 13 del autor, en el año 13, y confía en que esta condición sea cabalística y buena y no de mal augurio.
−He estado considerando que esta novela sea la primera de una trilogía porque creo que el tema del poder en Chiapas da para más.
−¿Será porque el ejercicio del poder en Chiapas es convulso e invariablemente con incontables bifurcaciones?
−Creo que la política como todas las áreas de la vida chiapaneca manifiestan un atraso. Algunos consideran que de 50 años, pero a juzgar por los últimos acontecimientos nos alejan más de otros estados de la república. Somos de los estados no sólo al final de la geografía, estamos en la cola de la cola.
−¿Con temor a represalias después de esto?
−Creo que eso específicamente ha paralizado mucho a los chiapanecos, a la gente pensante, a los comunicadores, por protegerse.
−El miedo, claro.
−El miedo precisamente, de ahí el título de esta novela. Pero creo que en nombre del miedo, del temor, paralizarse, permanecer en la pasividad es renunciar a la acción. Y en lo personal, y no por ello no estoy consciente de los riesgos, fui privado de mi libertad física, pero no de mi libertad intelectual, de pensamiento, y en ese sentido, debemos correr el riesgo.