¿Pinocho?

¿Pinocho?
De ningún modo, es el canshapito posando con una su mascarita de parachiquito

miércoles, 24 de marzo de 2010

El astroarte de Robertoni Gómez


Hubo una vez un dios travieso al que se le ocurrió decir “hágase la luz”, y la luz se hizo. A la claridad que se separó de las tinieblas llamó día y su alegoría era el sol, y a las sombras que quedaron llamó noche, y la luna la representó.

En otra ocasión, un día o mil años después, jugando con sus primeras creaciones, cigarrillo en mano, su ocurrencia le dictó equiparar los tiempos de duración de cada extremo luminoso, y llamó a este nuevo fenómeno de manera fenomenalmente extraña: equinoccio.

Con el tiempo, otra de sus creaciones, que hasta el momento ni él sabe si fue la mejor o la peor, se maravilló de tan singular ocurrencia y lo hizo evidente en obras escultóricas monumentales, a saber, el templo de Kukulcán, ubicado en Chichén Itzá, de herencia maya-tolteca.

En la actualidad, este fenómeno astronómico sigue causando admiración. Prueba de ello es que el escultor villaflorense Robertoni Gómez realizó un trabajo de investigación que duró año y medio, para comprender los instantes en que suceden estos cambios estacionales, distintos para el hemisferio norte y el hemisferio sur, y utilizarlos para crear una figura luminosa, proyectada por espejos sobre una superficie plana, con las condiciones especiales de sombras y luces de los dos equinoccios del año: el de marzo y el de septiembre.

De esta investigación, el artista plástico creó tres esculturas con dos espejos cada una que asemejan un libro abierto que ve al cielo, y en cada cristal pintó una de las tres partes que dan forma a la proyección del globo terráqueo, la cual se ve solamente en dos ocasiones al año; de ahí la importancia y grandeza del “Reflejo de la Tierra”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario