¿Pinocho?

¿Pinocho?
De ningún modo, es el canshapito posando con una su mascarita de parachiquito

viernes, 13 de agosto de 2010

Simetría en los colores y trazos

El poeta Carlos E. Selvas comparte su técnica en
la pintura con los niños de Chiapa de Corzo

Lucía Sarauz Gutiérrez

Las satisfacciones y adversidades de la vida mediaron su vocación. Desde pequeño, influenciado por su madre, decidió ser un sobreviviente del mundo de la poesía y la pintura; con el tiempo moldeó formas y definió un estilo propio. Carlos E. Selvas, poeta y pintor, tiene la firme convicción de que las artes, en especial las disciplinas que desarrolla, pueden llegar a convertirse en una esencia -cubierta de colores, decorada con líneas y puntos, y embellecida con cantos escritos- que complementen al hombre.
En Chiapa de Corzo vieron la luz sus primeros trazos; aprendió a pintar los orígenes de la chiapaneca y el parachico de una manera propia, con una técnica a la cual llama abstracta-simétrica-geométrica.
Con una trayectoria hecha continúa con la labor de encontrar oportunidades para expresarse y abrirse a otras visiones, por lo que actualmente, los sábados durante cuatro horas convive con niños, y no precisamente los suyos, con los que experimenta una nueva forma de compartir una de sus pasiones, la pintura.
A través del taller, promovido por el Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas, tiene la pretensión de lograr una “generación de Selvistas”, como lo que en su momento consiguió el pintor oaxaqueño Francisco Toledo: su estilo y su forma metafórica de representar el mundo crearon una escuela.
Los pequeños chiapacorceños gustosos aceptan la idea. La técnica que Carlos E. Selvas les comparte, de manera didáctica, sirve para conocer cuáles son los colores básicos, cómo pueden combinarse, y a partir de trazos simétricos construir nuevas imágenes y crear mejores conceptos pictóricos.
El taller se imparte en la Casa Escuela de Tradiciones de Chiapa de Corzo. Inicialmente eran 18 niños que cada sábado acudían, ahora sólo hay ocho, de entre 8 y 14 años de edad. El más pequeño no pinta, sólo juega con los objetos y observa ansioso para dar una pincelada. Los demás parecen estar concentrados en delinear y retocar su trabajo, sin perder la atención en lo que sucede a su alrededor.
Sus lienzos son medianos cuadros de cartón, sobre los cuales trazaron figuras geométricas: cuadros, rectángulos, triángulos y círculos. Algunos trabajarán, en el círculo, la técnica de la laca -dibujarán flores-, como el proceso artesanal común en la heroica ciudad; mientras que otros echarán andar su imaginación con la práctica del puntillismo.
De entre ellos destaca Pedro, un joven que con pocos recursos ha asistido a talleres, se ha hecho de materiales y ha demostrado su habilidad por el dibujo y la pintura, en especial en la corriente del paisajismo. Los pequeños observan las distintas maneras en que toma el pincel y combina los colores, hay quienes dicen: “él pinta muy bonito, yo también quiero aprender a pintar así”.
Los cuadros son sencillos y prácticos, pero los niños aprenden, se entretienen y despiertan el interés por la pintura, como Fátima Anahí, quien dice que asiste al taller porque le gustan los colores, porque “me concentro mientras pinto, porque ocupo mi tiempo y no sólo estoy viendo la televisión o los videojuegos. Mi papá me había enseñado a pintar con lápices y ahora que lo hago con pinturas me gusta más”.
“Ésta es mi primera experiencia como tallerista; fue un gran reto trabajar con niños, pero estoy muy contento con el resultado, con mi primera generación de ‘Selvistas’”, dijo el también poeta chiapaneco. Es posible que realicen una muestra con los trabajos terminados, y que al igual que los niños de Chiapa de Corzo otros tengan la oportunidad de conocer la simetría en la pintura de Carlos E. Selvas.
Quizá para algunos parezca un juego, una manera de aprovechar el tiempo en algo productivo; sin embargo, es un buen inicio para estimular en ellos un quehacer o una posible vocación.

domingo, 8 de agosto de 2010

Deuda con Chiapas


La vida de la autora de Balún Canán es el mejor alegato para que todas las mujeres que tienen vocación creativa confíen en sí mismas: Poniatowska


Lucía Sarauz Gutiérrez


Al recibir la Medalla Rosario Castellanos, máximo galardón que otorga el Congreso del Estado de Chiapas, y convertirse en la primera mujer en ostentar la presea que honra la memoria de la más importante escritora mexicana, chiapaneca, del siglo XX, Elena Poniatowska Amor confesó que le debe mucho a Chiapas.
Dijo que desde hace 50 años recibe dones de Chiapas: “No sólo cántaros, tejidos, libros de poesía del taller Leñateros, sino lecciones de vida. Hace 30 años, también, Susana Alexander y yo venimos a Ocosingo a dar una conferencia sobre las mujeres que escriben, y al final, un muchacho de ojos muy inteligentes, debajo de su sombrero campesino, reclamó ‘se le olvidó a usted el segundo sueño de Sor Juana Inés de la Cruz’, y sin más empezó a decirlo de memoria mejor que Jesusa Rodríguez, aquí presente.
“Después de asistir a encuentros, conferencias en Tuxtla Gutiérrez, San Cristóbal y Comitán e, incluso, en la Selva Lacandona, en la que hablan los venados, los quetzales y los saraguatos. Admiré Palenque, Bonampak, Yaxchilán, Toniná, Izapa, pero lo que más me llamó la atención fue comprobar que en todo está la figura de Rosario Castellanos, la figura entrañable, esta niña que siempre acudió a los recursos de su imaginación y de joven fue confinada en un hospital para tuberculosos, después de haber servido en el Instituto Nacional Indigenista que protegía a los lacandones.
“Rosario le dio vida a una marioneta, Petul, que animaba a los niños a lavarse los dientes. Sus personajes fueron el cepillo, el peine, el agua y el jabón. Además de escribir los textos para el Teatro Petul y de sanear toda la Sierra, Rosario tramó sus dos novelas y sus libros de cuentos que ahora son la esencia de Chiapas. Extraordinaria maestra. Sus clases de las cuatro de la tarde en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM sustituían lo que otros convertían en siestas, y ella, reloj-alarma, despertaba conciencias y formaba vocaciones.”
Rosario tendría hoy 85 años, puesto que nació el 25 de mayo de 1925. Elenita, como se le dice de cariño, dijo que la juventud de la escritora comiteca fue solitaria, como la de las mujeres de provincia que en los 40 soportaban unas costumbres muy rígidas que condenaban el amor y la entrega como un pecado sin redención. Por eso Rosario se evadió de la soledad por el trabajo y eso la hizo sentirse solidaria con los demás y concentrarse en algo abstracto que no la lastimara, como más tarde lo haría el amor y la convivencia.
La obra de Castellanos fue una autobiografía que ella exhibió sin esconder siquiera una traqueotomía. Su vida es el mejor alegato para que todas las mujeres que tienen vocación creativa confíen en sí mismas, invitó la autora del célebre libro La Noche de Tlatelolco.
La Medalla Rosario Castellanos con que se honra en este 2010 a Elena Poniatowska Amor no es sólo una distinción, dijo, sino un compromiso que invita a ser el árbol de los pájaros que ya no cantan, “porque en nuestro país la única voz que se escucha es la de las armas”, y continuar con el trabajo que la escritora chiapaneca inició: buscar que esta vida no sea desdichada.