Todo me lo dio la Poesía:
el sol, las flores, el silencio y la lluvia.
Y yo no supe qué hacer con todo aquello
además de asombrarme.
Y cantar.
Y agradecer.
el sol, las flores, el silencio y la lluvia.
Y yo no supe qué hacer con todo aquello
además de asombrarme.
Y cantar.
Y agradecer.
Todo se lo ha dado la Poesía: el paisaje, la Luna, los vientres de las hembras más hermosas dulcemente paridas por el húmedo vientre de la patria. Todo se lo ha obsequiado: la música más honda de la Música y las huellas de oro en el ojo de oro de la Imaginación. Todo se lo ha ofrecido. Incluso las arterias del Tiempo y el sentido del mundo: Nacimiento, Vida, Muerte, Amor y Permanencia. Ahora, también, el merecido reconocimiento de su pueblo.
Bajo el principio de que honrar honra… el H. Ayuntamiento Constitucional de Ocosingo decidió, en solemne sesión de Cabildo, colocar una placa conmemorativa en la casa en que nació, el 15 de diciembre de 1950, el poeta Efraín Bartolomé Rodríguez, hijo de don Rodulfo Bartolomé y de doña Celina Rodríguez, y rendirle un homenaje en vida al mayor de sus creadores.
“A través de su obra literaria, este hombre ha sabido leer el corazón profundo de su tierra y nombrarlo con palabras luminosas que han logrado volar de Chiapas a México y de México a siempre…” Además, se decidió “cambiar la nomenclatura a la calle que de hoy en adelante se llamará Avenida Central Efraín Bartolomé”, se lee textualmente en el Reconocimiento al Mérito Ciudadano entregado, a nombre de todo el pueblo ocosinguense, por el cuerpo de regidores, en el auditorio de la Universidad Tecnológica de la Selva. El acto protocolario estuvo coordinado por el secretario municipal Francisco Argüello.
También estuvieron presentes, como invitados de honor, Marco Antonio Besares Escobar, secretario de la Rial Academia de la Lengua Frailescana, y Héctor Cortés Mandujano, novelista y dramaturgo; no obstante, se sintió la ausencia del gran cuentista Eraclio Zepeda, quien por motivos de salud no pudo asistir a la ceremonia en la que también participaría.
Testigo de fe pública
Tras la entrega del reconocimiento, Besares Escobar toma la palabra y, leyendo un texto de corte notarial-literario, apunta: “Asisto como testigo de fe pública, como escribano chiapaneco que ejerce hoy en la jurisdicción universal de las palabras encantadas, en ellas no existen linderos legales, por eso no pedí autorización para esta intervención protocolar siendo notario fraylescano, así pues, hago constar que estoy constituido en la capital de estos valles cabalgantes hacia el sol, que todos los presentes previamente se han identificado a satisfacción con la credencial de la buena voluntad y la amistad sincera, de la admiración y respeto que le tenemos al hombre de los poemas que arden iluminando las rutas hacia la paz del ser…
“El destino, dirigido por los astros alineados este día, me designó y ubicó aquí en este espacio del mundo maya, en esta ciudad bajo el relámpago, para usar la voz de mi alma, acompañada del ritmo de la música solar y felicitar con entusiasmo a los miembros de este Cabildo que tuvieron la maravillosa idea de honrarse honrando merecidamente a un poético ser, parido en estas tierras de selva, de agua, de cielo y cuevas de jaguar.
“En el acta de Cabildo, supongo, y en el acta de protocolo de los poetas eternos quedará descrito este acto maravilloso de celebración y alegría, para los efectos que haya lugar, en la memoria colectiva universal.”
Ocosingo Bartolomé
Toca el turno de hablar al nacido en la finca El Ciprés, de Villaflores, Héctor Cortés Mandujano, y en un escrito de exquisita manufactura hace el casamiento espiritual del poeta con su pueblo: “Y con Ocosingo a cuestas ha escalado peldaño a peldaño, verso a verso, poema a poema, página a página, libro a libro, hasta llegar a la cima del alto nombre de Poeta, de Poeta con mayúscula.
“Y diciendo ‘soy de Ocosingo’ ha ganado uno a uno los premios más importantes de nuestro país. Y con Ocosingo al lado de su nombre han sido vertidos sus poemas a otras lenguas, se ha cantado a su tierra en otros idiomas.
“Y de pronto hoy, feliz, felina y mágicamente, los nombres Efraín y Ocosingo se han vuelto uno. Y de tanto decir ‘Casa paterna’ ahora su casa paterna dice llamarse ‘Efraín Bartolomé’, y una calle que antes era sólo una referencia cardinal se llama desde hoy ‘Efraín Bartolomé’ y el Poeta, el que nació aquí el 15 de diciembre de 1950, parece ahora llamarse Efraín Ocosingo y su pueblo Ocosingo Bartolomé, en una unión alegre que vuelve una a la Tierra y la Poesía, una la Palabra y la Selva, una la Patria y el Hombre.”
Sin contradicciones
Efraín Bartolomé agradece a sus paisanos con evidente emoción y con esa honestidad que caracteriza a las personas luminosas y transparentes evita frases de corte humillatorio y políticamente correctas como “No me explico por qué me han elegido a mí para recibir esta distinción que de ninguna manera merezco” o “Agradezco el alto honor que inmerecidamente se me brinda”, antes bien reconoce la inteligencia y sensibilidad de quienes creen que merece este reconocimiento, “sus buenas razones tendrán y no seré yo quien los contradiga”.
“Algo he de haber hecho bien para merecer este reconocimiento y ese algo creo que se reduce a tres cosas, más o menos involuntarias: he amado profundamente mi tierra ocosinguense, he amado a su gente y he entregado mi vida a la Poesía. He registrado las hondas experiencias emocionales que la vida me ha deparado, las he procesado en mi atanor espiritual y las he transformado en artefactos artísticos, en gemas del alma, en pulidas joyas verbales con las cuales no me quedo, egoísta y avariciosamente: las entrego a mi prójimo en forma de poemas, en forma de libros, en palabras donde mi sangre fluye.
“Así fue: recogí un poco de la húmeda tierra natal y la amasé con sangre y luz hasta lograr una escultura donde, como lo quería mi admirado maestro Salvador Díaz Mirón, palpitaba una hermosura trágica.”
Efraín Bartolomé, al escribir poesía, arrojó un puñado de pétalos al Cañón del Sumidero… y, ahora, escucha el eco.
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