¿Pinocho?

¿Pinocho?
De ningún modo, es el canshapito posando con una su mascarita de parachiquito

lunes, 28 de junio de 2010

El Canshape (XI)


·El bien del prójimo ·Fe maldita
·A mi padre ·Opinión extranjera ·Deseos

Gran gusto me dio ver al doctor Gilberto Gómez Maza opinando sobre el actual proceso electoral que se vive en Chiapas. A través de la cápsula informativa La vía libre, que se puede encontrar en la Internet, y que coordinan muy bien los compañeros Ángeles Mariscal, Jeanett Solís, Raúl Ríos Trujillo e Isaín Mandujano, se le puede ver relativamente repuesto de sus afectaciones físicas. Sus palabras tienen toda la fuerza de la yunta que ara la tierra con esperanza de cosecha. Su cuerpo ya está cansado, es evidente, pero su espíritu conserva ese férreo amor por el prójimo y la esperanza de una mejor realidad. Sobre las actuales elecciones dice: “Es una elección de figura, de forma, que no va a dar más que la legalización de un proceso y el cambio de personas en los puestos y posiciones de poder, de los ayuntamientos y de la cámara de diputados. No habrá ninguna transformación, ni en sueños, porque muchos de ellos no tienen idea a qué van… ellos van a donde les pongan.”

***
Una anciana se acerca a mi mesa y con tono dulce y de ruego dice:
—¿Una ayudita para San Juditas Tadeo? —extiende un cesto de plástico con la imagen del santo al fondo. Lo adornan flores cortadas en cualquier jardín.
—No, señora, disculpe. No soy católico.
Lo cándido del semblante acanalado se transforma; su mirada se torna infernal y me condena. Le sonrío nervioso y ella muestra una dentadura menguada, amarillenta, amenazante. Parece que sus pensamientos se escuchan: “arderás en el infierno”.
—Que Dios lo perdone, pues.
Siento miedo…
Y el desayuno ya no sabe igual.

***
En la vida crecimos distantes. Fue una toma de decisiones que no me corresponde. No hay culpables, me digo. No hay culpables, y sin embargo hay un hueco profundo en el corazón infantil de mi alma. No tuve un héroe de quién hablar, como quién ser cuando grande. Pero hoy estamos aquí, cara a cara, los dos ya con pelo en pecho: uno crespo y negrísimo, otro blanquecino. Nos miramos como amigos, papá, y en tus errores hallo mis consejos.

***
Tengo un par de amigos extranjeros, uno peruano, otro español, documentos en regla, con los que eventualmente bebo cerveza y discuto los eternos temas masculinos. En términos respetuosos cada uno opina sobre lo que particularmente le llama la atención de México:
El peruano se sorprende que en nuestro país los ciudadanos elijan ejercer o no su derecho al voto, que el abstencionismo sea el problema a vencer en la construcción de la democracia. “En mi país votar es obligatorio, quien no lo hace es multado”. Creo que la medida es congruente porque el voto además de derecho debiera ser un deber cívico.
Al español, de oficio mecánico automotriz, le parece muy riesgoso que en México se le permita a cualquier persona adquirir un vehículo sin tener por lo menos un seguro de daños a terceros. “Te imaginas que quien apenas juntó su dinero para comprarse un vehículo atropella, lesiona o mata a alguien, qué va a hacer, cómo va a pagar su delito, ¿con la cárcel?, qué fácil. Qué va a pasar con la víctima o los deudos, en qué les compensa que el culpable esté preso. En mi país nadie puede adquirir un vehículo sin seguro, las automotrices están obligadas. De esa manera se garantizan gastos médicos, de funeral y demás indemnizaciones”. Habría que considerarlo.

***
A cuerpos hermosos de muertos que no envejecieron y los guardaron con lágrimas en un bello mausoleo, con rosas a la cabeza y a los pies jazmines, se asemejan los deseos que pasaron sin cumplirse; sin merecer una noche de placer, o una mañana luminosa (Constantino Kavafis, Alejandría, Egipto; 29 de abril de 1863-29 de abril de 1933).


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