El poeta Carlos E. Selvas comparte su técnica en
Las satisfacciones y adversidades de la vida mediaron su vocación. Desde pequeño, influenciado por su madre, decidió ser un sobreviviente del mundo de la poesía y la pintura; con el tiempo moldeó formas y definió un estilo propio. Carlos E. Selvas, poeta y pintor, tiene la firme convicción de que las artes, en especial las disciplinas que desarrolla, pueden llegar a convertirse en una esencia -cubierta de colores, decorada con líneas y puntos, y embellecida con cantos escritos- que complementen al hombre.
En Chiapa de Corzo vieron la luz sus primeros trazos; aprendió a pintar los orígenes de la chiapaneca y el parachico de una manera propia, con una técnica a la cual llama abstracta-simétrica-geométrica.
Con una trayectoria hecha continúa con la labor de encontrar oportunidades para expresarse y abrirse a otras visiones, por lo que actualmente, los sábados durante cuatro horas convive con niños, y no precisamente los suyos, con los que experimenta una nueva forma de compartir una de sus pasiones, la pintura.
A través del taller, promovido por el Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas, tiene la pretensión de lograr una “generación de Selvistas”, como lo que en su momento consiguió el pintor oaxaqueño Francisco Toledo: su estilo y su forma metafórica de representar el mundo crearon una escuela.
Los pequeños chiapacorceños gustosos aceptan la idea. La técnica que Carlos E. Selvas les comparte, de manera didáctica, sirve para conocer cuáles son los colores básicos, cómo pueden combinarse, y a partir de trazos simétricos construir nuevas imágenes y crear mejores conceptos pictóricos.
El taller se imparte en la Casa Escuela de Tradiciones de Chiapa de Corzo. Inicialmente eran 18 niños que cada sábado acudían, ahora sólo hay ocho, de entre 8 y 14 años de edad. El más pequeño no pinta, sólo juega con los objetos y observa ansioso para dar una pincelada. Los demás parecen estar concentrados en delinear y retocar su trabajo, sin perder la atención en lo que sucede a su alrededor.
la pintura con los niños de Chiapa de Corzo
Lucía Sarauz Gutiérrez
Las satisfacciones y adversidades de la vida mediaron su vocación. Desde pequeño, influenciado por su madre, decidió ser un sobreviviente del mundo de la poesía y la pintura; con el tiempo moldeó formas y definió un estilo propio. Carlos E. Selvas, poeta y pintor, tiene la firme convicción de que las artes, en especial las disciplinas que desarrolla, pueden llegar a convertirse en una esencia -cubierta de colores, decorada con líneas y puntos, y embellecida con cantos escritos- que complementen al hombre.
En Chiapa de Corzo vieron la luz sus primeros trazos; aprendió a pintar los orígenes de la chiapaneca y el parachico de una manera propia, con una técnica a la cual llama abstracta-simétrica-geométrica.
Con una trayectoria hecha continúa con la labor de encontrar oportunidades para expresarse y abrirse a otras visiones, por lo que actualmente, los sábados durante cuatro horas convive con niños, y no precisamente los suyos, con los que experimenta una nueva forma de compartir una de sus pasiones, la pintura.
A través del taller, promovido por el Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas, tiene la pretensión de lograr una “generación de Selvistas”, como lo que en su momento consiguió el pintor oaxaqueño Francisco Toledo: su estilo y su forma metafórica de representar el mundo crearon una escuela.
Los pequeños chiapacorceños gustosos aceptan la idea. La técnica que Carlos E. Selvas les comparte, de manera didáctica, sirve para conocer cuáles son los colores básicos, cómo pueden combinarse, y a partir de trazos simétricos construir nuevas imágenes y crear mejores conceptos pictóricos.
El taller se imparte en la Casa Escuela de Tradiciones de Chiapa de Corzo. Inicialmente eran 18 niños que cada sábado acudían, ahora sólo hay ocho, de entre 8 y 14 años de edad. El más pequeño no pinta, sólo juega con los objetos y observa ansioso para dar una pincelada. Los demás parecen estar concentrados en delinear y retocar su trabajo, sin perder la atención en lo que sucede a su alrededor.
Sus lienzos son medianos cuadros de cartón, sobre los cuales trazaron figuras geométricas: cuadros, rectángulos, triángulos y círculos. Algunos trabajarán, en el círculo, la técnica de la laca -dibujarán flores-, como el proceso artesanal común en la heroica ciudad; mientras que otros echarán andar su imaginación con la práctica del puntillismo.
De entre ellos destaca Pedro, un joven que con pocos recursos ha asistido a talleres, se ha hecho de materiales y ha demostrado su habilidad por el dibujo y la pintura, en especial en la corriente del paisajismo. Los pequeños observan las distintas maneras en que toma el pincel y combina los colores, hay quienes dicen: “él pinta muy bonito, yo también quiero aprender a pintar así”.
Los cuadros son sencillos y prácticos, pero los niños aprenden, se entretienen y despiertan el interés por la pintura, como Fátima Anahí, quien dice que asiste al taller porque le gustan los colores, porque “me concentro mientras pinto, porque ocupo mi tiempo y no sólo estoy viendo la televisión o los videojuegos. Mi papá me había enseñado a pintar con lápices y ahora que lo hago con pinturas me gusta más”.
“Ésta es mi primera experiencia como tallerista; fue un gran reto trabajar con niños, pero estoy muy contento con el resultado, con mi primera generación de ‘Selvistas’”, dijo el también poeta chiapaneco. Es posible que realicen una muestra con los trabajos terminados, y que al igual que los niños de Chiapa de Corzo otros tengan la oportunidad de conocer la simetría en la pintura de Carlos E. Selvas.
Quizá para algunos parezca un juego, una manera de aprovechar el tiempo en algo productivo; sin embargo, es un buen inicio para estimular en ellos un quehacer o una posible vocación.
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