El jaguar es un soñador
Este canto es la conciencia puesta al desnudo desde el corazón profundo de todas las edades del hombre: Manuel Ruiseñor
El canto único de la selva inicia en pulmones
y se vuelve el concierto más sonoro del mundo
Entre julio y noviembre, el llanto del jaguar herido se oculta bajo el torrencial aguacero que lava las cañadas, afila la cima de las montañas y enverdece la casa de los bejucos. Cuando el gran felino soberano entristece los niños mueren y se enferman las mujeres, hasta los pájaros deciden no volar. Su nostalgia se acentúa en la selva al contemplar una ceiba caída a la mitad de sus veredas, truncada su gran sombra no por el peso natural de los años de árbol, sino por dientes de hierro que carcomieron su carnaza y siguen mutilando, entre la hojarasca, su cuerpo milenario.
¿Serán las lluvias que traen desgracias?, se pregunta el poeta Wlbester Alemán, creador de este universo telúrico y de fábula donde el guardián mítico, el jaguar, intenta responder las preguntas fundamentales de la existencia y hace gala de su territorio controlado. Pero no está solo, durante este recorrido se descubren las huellas de pecaríes, ocelotes y armadillos; a lo lejos, manadas de saraguatos roncan dejando en el eco dudas y entre la espesura del verde floreciente ojos mayas espían.
Memorial de la montaña, poemario claro como los lomos de un río vivo, nos hace vestir, a través del lirismo y la épica, la piel pirograbada de Balam, la deidad de ojos de miel que odia el fuego que divisa a lo lejos: un mar de llamas quemando hierbas, montes, nauyacas, iguanas, conejos y quetzales ahogados en densas humaredas. El corazón de la tierra arde, brumosa es la tristeza de sierras y cañadas. Es el mal o buen designio de Xibalbá. Entonces, el poeta vuelve a preguntar: ¿cómo atajarte muerte, si a cada paso tumbas mis lunas?
Pero el jaguar-hombre se tiene que aguantar como los meros hombres-jaguar, porque sólo a la lluvia se le permite llorar tanto, llorar las penas del mundo, a la selva y sus crianzas. En este punto ni los antiguos dioses mayas pueden darle consuelo, porque su corazón es atravesado por lanzas para colgarlo con lianas de la ceiba negra del mal. Así sucede su muerte tan temprana.
Este libro de plena madurez literaria, dice Manuel Ruiseñor, nos habla de ese animal solitario, huérfano entre el rito y la alabanza, entre la vida y la muerte, que es el hombre mismo, que somos todos. Es un llamado a tiempo para intentar salvar al mundo:
Entonces, pues, buen hombre.
Entonces, pues, mal hombre.
¿Acaso tú eres el único animal sobre la tierra que siente, sufre, llora, vive, muere?
¿Acaso querrás que la tierra y la vida se despeñen de un tajo?
¿Acaso querrás que se abran para siempre las siete puertas del Xibalbá?
Texto construido con las imágenes del poemario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario