¿Pinocho?

¿Pinocho?
De ningún modo, es el canshapito posando con una su mascarita de parachiquito

martes, 13 de julio de 2010

Casa de citas (VIII)


Salma desnuda
Héctor Cortés Mandujano



A las jóvenes las exponen como los géneros en un almacén
en el que los hombres tienen la entrada libre
para elegir a su gusto.
León Tolstoi, en “La sonata a Kreutzer”


El destino de las muñecas
Apiladas, puestas en fila, coquetas, austeras, en cajas finas, colgadas como reses, bien vestidas, desnudas, las muñecas no pueden más que esperar a que alguien pregunte su precio, pida una rebaja (si son de puestos callejeros o de mercado) y, finalmente, se las lleve con rumbo desconocido.
Una tendrá la suerte de pasar la noche en una cama mullida, entre unos brazos amorosos; otra dormirá en el suelo; aquella será echada de malos modos al jardín o al patio.
Más de una sentirá que “un bracito ya se le rompió” y tal vez otra descubra que “sus amigos no son los del mundo” porque a ellos poco importa el destino de las muñecas a las que sólo quieren cuando son dóciles y se dejan hacer de todo, cuando no protestan y están sonrientes y pintaditas y calladitas y obedientes…

*Este texto lo escribí inspirado en una fotografía de Alexis Sánchez. Los entrecomillados finales corresponden a la canción “La muñeca fea”, de Francisco Gabilondo Soler, Cri-Cri.

***
Dice Arturo Ripstein: “Mi trabajo es hacer que la cámara escriba, defina, diga. La gente confunde la película con el argumento”. Lo dice a propósito de la filmación de El coronel no tiene quien le escriba (guión publicado, en gran formato, por la Universidad Veracruzana, 1999:14): “Lo único que he hecho es depurar la novela, quitarle todo lo que me podía desviar de la estructura específica que es la de la espera y del tiempo”.
Eso dice él, pero quien escribió el guión cinematográfico fue su mujer, Paz Alicia Garciadiego, y ella dice que para escribir el guión tuvo que olvidarse de la historia original y de García Márquez (17): “Una vez hecho esto, la novela se convierte en materia prima, en auténtica materia prima. Tienes que hacerla tuya y faltarle absolutamente el respeto. Convertirla en tuya, tuya, tuya”. Lo logró, para desgracia de la historia que, en la película, incluye la muerte del hijo del coronel, la historia de su asesino y la historia de la nuera, una prostituta (Salma Hayek). García Márquez ha tenido mala fortuna en el cine, ni modo.
Ripstein inició su carrera cinematográfica, justamente, con Tiempo de morir (1965), un argumento escrito por García Márquez y Carlos Fuentes. Fue un gran debut y el inicio de lo que sería su estilo que, por simplificar, tiene por lo menos dos constantes: largas secuencias y personajes desolados.
Desde 1985, con El imperio de la fortuna (basada en una historia de Rulfo, filmada antes con el título de El gallo de oro, por Gavaldón, creo) los argumentos de las cintas de Ripstein los ha escrito Garciadiego con la constancia de casi una película por año. Mi favorita de este dúo es, con mucho, Profundo carmesí (Ediciones El Milagro-Imcine, 1996), de guión irreprochable, ambientación exacta y dos actuaciones magistrales: Daniel Giménez Cacho y Regina Orozco en los papeles de los dos asesinos que de la realidad han saltado a la pantalla varias veces.
Marta Beck, una enfermera gorda que abandonó a sus hijos para ir en pos de un hombre del que se enamoró apasionadamente, y Ray Fernández, un galán en declive, especialista en enamorar y estafar mujeres, dos asesinos despiadados en la realidad norteamericana, se convierten en la cinta de Risptein-Garciadiego en Coral Fabre y Nicolás Estrella.
En el guión hay tantos hallazgos. Una de las víctimas de la pareja dice (63): “¿Te caí gorda? Dime, siempre choco. Si a mí misma me choco, soy vieja y ridícula. Nací cursi, no lo elegí”. Describe Garciadiego (133): “Rebeca ha tratado de dar alojo cálido a su candidato a esposo. Sin embargo la habitación es claramente provisional. Dicho en dos palabras: una mierda”. Cuando Coral descubre a Nicolás engañándola, éste se disculpa (139): “Perdóname, Coral. Coralito mía. Es una puta. Ya viste, ella empezó y yo qué. No sé componer coches, sólo sé esto, esto. (Se agarra la bragueta.) No es mi culpa. Ella me buscó... Me busca la buscona”. Coral ya ha matado a varias, pero es la primera vez que mata a una niña. Tal vez recuerda a su hija mientras ahoga a ésta. Dice Garciadiego (161): “Coral sumerge el cuerpo de la chiquita. No se ve el interior de la tina. Al principio oímos tan sólo su chapotear, luego el silencio. Coral Fabre canta y mientras canta dos gruesos lagrimones le surcan la cara. De golpe ha envejecido”.

La película, es obvio, ya tuvo una versión previa en EUA: Amantes sanguinarios (The Honeymoon Killers, 1970), dirigida por Leonard Kastle, y también una revisión posterior, en 2007, titulada Corazones solitarios (Lonely Hearts), dirigida por Todd Robinson, nieto del “detective Elmer C. Robinson, del Departamento de Policía del condado de Nassau, quien, a finales de los años 40, contribuyó a la captura y encarcelación de los asesinos de los corazones solitarios, Raymond Fernandez y Martha Jule Beck. En 1951 presenció sus ejecuciones en la penitenciaría de Sing Sing. Aquella experiencia le cambió la vida”. (Filmografía de Salma Hayek, Yahoo! Cine)
El detective es encarnado por John Travolta y los asesinos por Jared Leto y Salma Hayek quien, es una tontería decirlo, no es gorda: es bellísima. La actuación de Salmita es de veras muy buena, de un histrionismo cabal, bordado.
Ya era lugar común decir que Salma sólo hacía malas películas, pero en la anterior y en Pregúntale al viento (Ask the dust), de 2006, dirigida por Robert Towne, basada en la novela de John Fante, con Colin Farrell y Donald Sutherland, la actriz mexicana muestra que es algo más que un cuerpo maravilloso y una cara linda. Por si fuera poco, en ésta nos regala (¡gracias, Salmita chula!) un desnudo completo y espectacular.

***
A un hombre le dieron un cargo importante, justo cuando estalló un complicado movimiento en la dependencia. Un amigo me dijo:
—Ese está como la toalla sanitaria: en el mejor lugar, pero en el peor momento.

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Hace tiempo, cuando era funcionario, me ocurrió esto que cuento y que había olvidado. Me lo encontré en una nota que escribí con la apuración de esos días. Me auto cito: “La reunión es im-por-tan-tí-si-ma. Una marcha, pancartas, voces airadas. Dejas el coche. Te acomodas la corbata, tomas el maletín. Corres. No puedes llegar tarde. Sentado en la acera, la cabeza contra la pared, un vagabundo te observa. Cruzan miradas. Te das cuenta, en un parpadeo, de la estupidez de tu prisa, de la cárcel de tus compromisos. Hombre de hoy, tu vida. Él se sonríe. ¿Se burla? Sólo es un instante. Y corres. Gente como tú te espera”.

***
Llueve y llueve. Mi mujer, sin embargo, ve que sale humo del patio frontal de nuestra casa. Qué extraño. Va con Claudia, mi sobrina, y notan que hay un hoyito donde el agua hierve. Sale humo. Cada vez más. Mi mujer recuerda la ilustración de una de las lecturas de su libro de español, El nacimiento del Paricutín, donde una niña ve salir humo de la tierra. Va a buscarme, emocionada; yo estoy fresco, perfumado y feliz, después de mi baño diario.
—Sale humo de la tierra, ¿estará naciendo un volcán?
—No creo, le digo, eso sólo pasa en los libros de primaria. Debe ser algo más vulgar.
Salgo a la lluvia, me planto ante el fenómeno y digo, para decepción de mi sobrina y mi mujer.
—Tal vez sea un corto circuito, aquí debe pasar una instalación eléctrica.
Jairo, mi yerno, lamentablemente secunda mi opinión y derrumba el volcán que ya aparecía, en nuestras imaginaciones desatadas, altísimo y con nieve en el pico.

Ilustración: Manuel Velázquez.


Contactos: hectorcortesm@hotmail.com

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