¿Pinocho?

¿Pinocho?
De ningún modo, es el canshapito posando con una su mascarita de parachiquito

viernes, 12 de marzo de 2010

Contratiempo


Uno se levanta de mañana y piensa:
“Qué clara amaneció la vida,
escribiré un gran verso
o compondré una canción”.
Se agudizan los sentidos:
Los ojos ven como poeta
la suave caída de las hojas,
la determinación de las rocas
de permanecer en el camino.
Las manos sienten como poeta
la tersura de la piel ardiente,
las fisuras del corazón herido,
el peso enorme de una lágrima.
Los oídos escuchan como poeta
el concierto de las aves,
el arrullo de los ríos,
el silbido del viento,
el canto desde adentro.
La boca siente como poeta
la ambrosía del beso,
los tragos amargos,
el hierro en la sangre
como una espada en la garganta.
Pero la voz no está madura.
Es brasa que consume el pecho.
Es un germen, una semilla
que cae en pedregales,
que se ahoga en raudales,
que vuela el viento.
Quizás otra mañana
ese hálito de palabra
caiga insignificante
en tierra fecunda
y crezca un árbol,
altísimo,
cuyo fruto sea el sol.

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