Los periodistas están tristes:
Son faros que buscan a quién salvar
y se ahogan esperando.
Están hartos de contar la misma historia.
De que los vean esparcidos en el parque central,
convertidos en marcas de varicela en la cara de la ciudad.
Son espíritus de protesta que se tragan sus consignas.
Soldaditos de plomo que esconden el muñón en la guardia.
No hay quién defienda a los defensores,
los que ostentan tísica la libertad de expresión.
Los periodistas están tristes:
Denuncian la fractura del mundo
y el suelo tiembla bajo sus pies.
Están tristes,
y la tinta de sus ojos se seca.
CARTA A MARIANA, EN CASA DE TÍO BELIS
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