El escritor Alfredo
Palacios Espinosa saca a la luz su más reciente novela en la que
cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia, aunque en
Chiapas la realidad supere cualquier fantasía
La mañana del 11 de
enero de 2012 una noticia política corrió como reguero de pólvora
en Chiapas. El exgobernador Pablo Salazar Mendiguchía rompía el
silencio luego de casi cuatro años y medio para denunciar a nivel
nacional, en el programa de radio de la reconocida periodista Carmen
Aristegui, un presunto allanamiento a sus oficinas ubicadas en Tuxtla
Gutiérrez y la extracción de 50 mil ejemplares de una publicación
denominada “La verdad sobre la reconstrucción de los daños del
huracán Stan en Chiapas”. Acusó directamente a Juan Sabines
Guerrero, entonces gobernador en funciones, y a sus principales
colaboradores. Tiempo después, Salazar Mendiguchía fue encarcelado
por diversos delitos, ninguno relacionado con las secuelas del
fenómeno meteorológico de 2005. Antes o posteriormente, varios de
los que fueron funcionarios de primer nivel durante su gestión
(2000-2006) corrieron la misma suerte.
“Víctima colateral”
Alfredo Palacios Espinosa
se desempeñó como secretario de Educación en el gobierno de Pablo
Abner Salazar Mendiguchía. Para muchos fue el brazo derecho del
gobernador nacido en Soyaló. El ideólogo, el escritor y director de
escena metido a funcionario público por una relación cercana de
amistad. Al cambio de administración, fue designado director general
del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Chiapas, cargo que
dejó en 2008 tras un diferendo con el titular del Ejecutivo que
había girado instrucciones de investigar y auditar “al grado del
hostigamiento” el paso de Palacios por Educación y por el
organismo cultural.
Luego de tres años fuera
de la vida pública del estado y tras cinco meses de andar a “salto
de mata” dada la “persecución” en contra de todo lo que oliera
a Pablo, Alfredo Palacios se vio obligado a salir de su “escondrijo”
debido a un padecimiento serio en la columna vertebral que decidió
tratar, por fin, en la ciudad de México. También aprovechó el
viaje para registrar ante el Indautor su más reciente novela: El
Heredero y el Miedo, retrato del peor sexenio de Chiapas. Al día
siguiente, 18 de enero de 2012, sin mayores preparativos para la
cirugía, a las afueras del metro en el Centro Histórico, y mientras
observaba de manera casual las tiendas y sus enormes aparadores, el
exfuncionario fue apresado. “Víctima colateral”, se dijo así mismo.
El heredero…
"El heredero y el
miedo constituye la más minuciosa disección de un sexenio en
Chiapas. Una memorable narración sobre los excesos, vicios,
motivaciones, caprichos, afecciones de un gobernante. En la mejor
tradición de la narrativa latinoamericana con el tema del tirano, el
escritor Alfredo Palacios Espinosa aporta una novela difícil de
superar por su sagacidad, agudeza e información", se lee en la
cuarta de forros del grueso ejemplar de 580 páginas con un tiraje de
10 mil ejemplares.
Bajo el sello editorial
de Sinapsis Ediciones, propiedad de David Tovilla, quien fuera
el encargado de la comunicación social en la administración
pablista, el lector puede suponer con justa razón que la salida a la
luz de este texto, escrito de manera llana, sin mayor ornamentación
literaria, y con algunos “descuidos” en cuanto a lo
escritural, obedece sin duda a un interés de grupo. Superada esta
obviedad, la mayor virtud de esta narración es lo que se cuenta, los
pelos y señales, la sangre y las vísceras, no el cómo.
Novela dividida en tres partes, cada una comprende dos años de gobierno, pero no de manera
cronológica. El autor procuró prescindir de fechas de inicio y
conclusión de acontecimientos a fin de que el lector los
identifique, los relacione, y en más de una ocasión se vea obligado
al zapping entre las partes.
Más allá de los
personajes protagonistas y sus particulares historias, El heredero
y el miedo aborda dos características presentes, hoy más que
nunca, en la vida política del estado. La primera condición es la
búsqueda del poder como herencia familiar. El autor desliza la
teoría de la dinastía en la que se vive un proceso de
“cachorrismo”, de “lucha de pedigrí”, donde los que fueron
gobernantes buscan extenderse más allá de su tiempo a través de su
linaje. La segunda condición es el uso del miedo como ejercicio de
poder. Con miedo nadie critica, nadie se mueve, nadie deja de
sonreir; esa es la lógica.
¿Venganza?
Tras conocer la
publicación de esta novela (un ejemplar llegó a la dirección
editorial de este rotativo) y tener a la mano el número telefónico
del autor, concertamos un desayuno para hablar de la obra y sus
motivaciones. Frente al reconocido escritor y otrora importante
funcionario público, no se puede dejar de notar que, al menos en
apariencia, las vicisitudes contadas por él mismo, no parecen haber
hecho mella en su semblante. Se ve igual que cuando dirigía la
política cultural del estado, que a la distancia se puede asegurar fue el mejor ejercicio durante el sexenio pasado.
−Vamos al grano, profe.
¿Esta novela es producto de un ánimo de resentimiento y venganza,
como ya afirman algunos “opinadores”?
−No lo veo como una
venganza. Esa puede ser una interpretación del lector de manera
superficial. Esta novela está construida con verdades para crear la
ficción literaria. Por otro lado, yo fui perseguido, encarcelado,
pero esa es una historia personal que pienso contar en otro texto
diferente, que no necesariamente tiene que ser ficción.
“A los lectores
corresponde ver, hacer comparaciones, parecidos, semejanzas y definir
la situación. Para algunos podrá ser venganza, como tú dices, pero
para otros podrá ser sólo una pincelada del cuadro gris que nos
tocó vivir, porque las historias reales de Chiapas superan cualquier
ficción.”
−Bueno, tampoco se
puede perder de vista que no es la primera vez que Alfredo Palacios
recurre a hechos reales, a la historia, en este caso contemporánea y
de primera mano, para el andamiaje de sus narraciones.
−Efectivamente, dices
algo muy cierto, que apenas hace poco hice consciente. Mis textos,
empezando con mi primera novela, Los malos presagios, refiere
los acontecimientos de la inundación de la presa La Angostura, del
pueblo donde yo nací. O sea, esa novela está construida a partir
de un hecho real. En el caso de Los agravios de su ilustrísima,
que fue llevada incluso al cine, abordo la sublevación tseltal de
1712. Y en el caso de la biografía La verdad como destino,
narro de manera exhaustiva la vida de Belisario Domínguez.
“Las obras de teatro,
como El Tribuno y El Usurpador, que es un premio nacional de
teatro histórico 1989 y que sigue inédita, se refiere al episodio
de Belisario Domínguez y Victoriano Huerta. Límites perdidos
es otra obra de teatro que cuenta la persecución de los kaibiles en
contra de la población guatemalteca en 1982.
−Bueno, yo no había
nacido, pero son hechos recientes estos últimos en Centroamérica.
−Así es, me toca
vivirlos, no en espacio, pero sí en tiempo.
−Y en el caso de los
hechos narrados en El Heredero… son aún más recientes y
desde luego más cercanos. Se podría afirmar que son recuerdos y
experiencias.
−Bueno, ahí tú como
lector y como crítico podrás sacar tus conclusiones.
Cabe recordar que muy
poca de la producción de Alfredo Palacios puede considerarse
estrictamente ficción. Incluso, el libro de cuentos Minihistorias
del poder y el pueblo es un trabajo de recopilación de
anécdotas. Así como Xixiltón, premio nacional de crónica
1992, donde narra su primer año de experiencia docente en un paraje
de Chenaló y la situación educativa precaria en los pueblos
indígenas. Esta es la novela 13 del autor, en el año 13, y confía
en que esta condición sea cabalística y buena y no de mal augurio.
−He estado considerando
que esta novela sea la primera de una trilogía porque creo que el
tema del poder en Chiapas da para más.
−¿Será porque el
ejercicio del poder en Chiapas es convulso e invariablemente con
incontables bifurcaciones?
−Creo que la política
como todas las áreas de la vida chiapaneca manifiestan un atraso.
Algunos consideran que de 50 años, pero a juzgar por los últimos
acontecimientos nos alejan más de otros estados de la república.
Somos de los estados no sólo al final de la geografía, estamos en
la cola de la cola.
−¿Con temor a
represalias después de esto?
−Creo que eso
específicamente ha paralizado mucho a los chiapanecos, a la gente
pensante, a los comunicadores, por protegerse.
−El miedo, claro.
−El miedo precisamente,
de ahí el título de esta novela. Pero creo que en nombre del miedo,
del temor, paralizarse, permanecer en la pasividad es renunciar a la
acción. Y en lo personal, y no por ello no estoy consciente de los
riesgos, fui privado de mi libertad física, pero no de mi libertad
intelectual, de pensamiento, y en ese sentido, debemos correr el
riesgo.